lunes, 2 de enero de 2012

Declaración de las Naciones Unidas: Una terrible alianza contra el mundo libre - 02/01/1942.

Las Naciones Unidas: El mundo se somete al materialismo capitalista y comunista.  Es terrible la imagen en la que el resto de países reconocen la hegemonía de Gran Bretaña, la Unión Soviética, los Estados Unidos y China, quienes presiden la mesa.

Camaradas,

En el día de ayer, 1 de enero de 1942, el Presidente Norteamericano Franklin D. Roosevelt, el Primer Ministro Británico Winston Churchill, Maxim Litvinov, emisario de la Unión Soviética, y T.V. Soong, emisario de China, firmaron un breve documento que se conocerá como la Declaración de las Naciones Unidas.  Hoy, los representantes de otras veintidós naciones han rubricado su firma sobre el documento, que impele a los gobiernos signatarios a llevar a cabo el máximo esfuero bélico y a no concertar una paz por separado.

Que Rusia constituía un tremendo peligro para la civilización occidental antes de que la guerra actual se iniciara, no es un secreto para nadie. Las guerras de España y Finlandia y las acciones soviéticas en Hungría, Rumanía, Estonia, Lituania, Letonia y Polonia mostraron claramente hasta dónde podía llegar la barbarie comunista y qué abismos de maldades y crímenes eran capaces de "exportar" los dirigentes del Komintern y los tenebrosos habitantes del Kremlin. Si Alemania no hubiera tenido el gesto de desbaratar, con la fuerza de sus armas, los planes de Stalin, es indudable que la poderosísima máquina guerrera de los soviéticos hubiera caído como un alud sobre el resto de Europa.

El documento original.

¿Qué hubiera supuesto la irrupción de esos bárbaros? Forzadas las puertas del "paraíso soviético" —que hasta el ataque alemán había permanecido oculto a toda mirada extranjera—, se pudo contemplar la existencia mísera de millones de seres, sujetos a una increíble tiranía; un atroz materialismo que equiparaba el hombre con la bestia; un sentimiento de crueldad y un sentido de odio como bases de un sistema político, y ese "terror científico" preconizado por Lenin como el más feliz hallazgo de un gobernante... Allí donde Rusia encontró un resquicio para su acción, allí surgieron las terribles devastaciones materiales y morales, que, en su carne y en su espíritu, sufrieron Hungría, España y Finlandia por ejemplo.

Este atroz peligro que los soviéticos no pudieron imponer por las armas, porque lo impidió la Gran Alemania, con su ataque fulminante, es el que ahora pretenden hacer caer sobre Europa, exigiendo a los países anglosajones que les allanen el camino para el futuro.

"Este hombre (ruso) es tu amigo.  Lucha por la libertad."  La propaganda estadounidense se afana por mostrar a su opinión pública una visión distorsionada de la realidad. 

No tienen otro alcance los Convenios que se acaban de concertar entre los representantes de los Estados democráticos y los cabecillas bolcheviques. Quiere Stalin que la colaboración que presta a esos países en el apuradísimo trance en que se hallan se la paguen bien; es decir, que le dejen vía libre para sus terribles propagandas que niegan, en absoluto, todos los postulados civilizadores de una cultura a la que esos mismos países pertenecen. Esto, por de pronto; que para más tarde pide un primer puesto directivo en la reconstrucción de Europa y la libertad de acción para sus agentes con el fin de que estos contengan, con los brutales métodos que forman la tiranía y el cimiento de "su política", exige que no se produzca la más mínima protesta contra la bolchevización de Europa. Claro es que, como cláusula principal, figura la de destruir a Alemania, dique del comunismo.

La nota del "acuerdo" parece envuelta en anfibologías y en frases de dudoso sentido. Pero, ¿qué quiere decir el "Times" cuando califica a la Rusia soviética de "ejemplo digno de ser imitado por Europa", precisamente al comentar ese Convenio? Todo esto parece increíble. Parece increíble qué los países democráticos, cegados por el odio, lleguen a comprar a tal precio la ayuda de Stalin. Parece increíble, pero es verdad; y ante ese peligro que atenta a la vida misma de los pueblos de Europa, estos tienen que defender, de un modo unánime y enérgicamente, los principios esenciales de una civilización milenaria a la que se amenaza de ese modo.

Las Naciones Unidas luchan por la libertad.

Nos parece que el reciente acuerdo entre las potencias anglosajonas y Stalin significa tanto como jugar con fuego. Saben bien lo que el comunismo tiene de cruel y antihumano. Saben que si esa doctrina se extendiese en el mundo, todo lo que ellos representan y todo lo que no representan, pero que tiene un enorme valor moral y de tradición, desaparecería. Sin embargo, no solo elogian públicamente un régimen nefasto que en el fondo de su conciencia detestan, sino que le prestan ayuda, le prometen para el futuro toda suerte de facilidades y hasta le asignan un papel directivo, quizá el primero, en la reconstrucción de Europa.

Porque, aun concediendo que las tremendas circunstancias en que se encuentran les impulsen a tal omisión de sus deberes por acatamiento al instinto de conservación, nos parece que creen en la posibilidad de atajar el incendio bolchevique si éste llegase a estallar sobre Europa. Y se engañan. Se engañan de tal manera que ellos serían los primeros en sufrir la devastación de las llamas.

Las banderas de los veintiséis miembros originales de las Naciones Unidas.

El caso de España podría y debería servirles como referencia. Creyeron incautamente los rojos "gubernamentales" que podrían frenar el tremendo impulso comunista después de pedirle al tirano del Kremlin una total ayuda; que podrían tener un control sobre aquellos agentes y sobre aquellas masas que Rusia les enviaba. Todos sabemos lo que sucedió en España. Todos sabemos que el crimen, la destrucción, la ruina material y moral se abatieron sobre la pequeña pero gran nación del sur de Europa. Dieciséis mil sacerdotes asesinados. Medio millón de españoles sacrificados, iglesias destruidas, robos, saqueos, los campos yermos y sin cultivar...

Todo el dolor que el comunismo lleva consigo se abatiría sobre Europa y aun sobre el mundo, sin que la conservadora Inglaterra ni la Confederación capitalista de Norteamérica pudieran impedirlo. He aquí lo monstruoso de este Convenio concertado en Moscú, que nos indica hasta qué grado de ceguera pueden llegar los pueblos impulsados por la confusión de la derrota.

Europa, los pueblos de Europa, que obedecen a los ideales de una civilización tradicional, cristiana y de orden, no pueden contemplar serenamente esta amenaza que sobre ellos se cierne. Han de oponerle su protesta viva y han de estar alertas para que ese peligro desaparezca. Hemos de suponer que el bolchevismo, tremendamente derrotado en España y derrotado tremendamente por Alemania, no podrá jamás imponer su doctrina al mundo. Pero la intención está clara y nos sigue pareciendo increíble que haya países civilizados que se presten a ese juego "diplomático" cuyas consecuencias —si el supuesto prevaleciera— serían incalculables.

Es lebe Nationalsozialismus!
Es lebe Freiheit!

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