martes, 2 de marzo de 2010

Sumner Welles con el Führer – 02/03/1940.

Camaradas,

El Führer ha recibido esta mañana en la Cancillería del Reich al Subsecretario de Estado norteamericano Sumner Welles durante su “misión de paz" por Europa.  Tras visitar al Duce en Roma y antes de hacer otro tanto con los verdaderos causantes de la guerra en París y Londres, Sumner Welles llegó ayer a Berlín para una estancia de tres días, cuyo momento cumbre ha tenido lugar hoy.   A pesar de la confidencialidad de la entrevista y del hecho de que apenas nada haya trascendido a la prensa, hasta nuestras manos ha llegado el documento original con el informe que el propio Sumner Welles ha preparado para ser entregado al Presidente Roosevelt.  Mostramos a continuación un extracto con las partes más significativas:  

El ilustre diplomático Sumner Welles.

Hitler me ha recibido junto a la puerta. Me ha saludado muy cordialmente, pero con gran formalidad.

Hitler es más alto de lo que había juzgado por sus fotografías. No tiene, en la vida real, nada de ese aspecto algo afeminado del que ha sido acusado. Me ha parecido que tiene una condición física excelente y muy buena forma. Tiene buen color, y aunque sus ojos parecen cansados, son claros. Es virtuoso tanto en el discurso como en el movimiento, y no hay en él el más mínimo efecto cómico que por su bigote y cabello uno ve en sus caricaturas. El tono de su voz durante la conversación ha sido bajo y bien modulado. Sólo ha incurrido una vez, durante una conversación de hora y media, la estridencia que se escucha en sus discursos y ha sido sólo en ese momento que su semblante ha perdido la compostura y sus ojos su aspecto decididamente atractivo. Ha hablado con claridad y precisión, y siempre en un alemán precioso, del que yo habría podido seguir cada palabra incluso sin traductor.

Después de sentarnos y de que Hitler me situara a su lado, me ha mirado para indicarme que era yo quien debía comenzar la conversación.

Le he indicado los propósitos de mi misión con detalle como ya se lo había explicado a Ribbentrop el día anterior. He hecho particular referencia a la naturaleza confidencial de mis entrevistas y al hecho de que no tengo propuestas que ofrecer. En términos tan elocuentes como me ha sido posible, he enfatizado la esperanza del Presidente Roosevelt de que todavía pueda haber un camino abierto para una paz estable, justa y duradera, no una tregua o un hechizo precario. He señalado que si una guerra de aniquilación estallara, tanto si fuera corta como larga, definitivamente daría fin a la negociación de una paz justa y razonable debido al sufrimiento humano que crearía y las pasiones humanas que levantaría, además del agotamiento de recursos económicos y financiaros todavía existen en Europa que provocaría. De una guerra así, he dicho, ¿cabría hablar de vencedores? Es claro que todos terminarían derrotados.

El Presidente de los Estados Unidos ha dejado claro, en comunicaciones dirigidas al propio Canciller Hitler, que si se encontrara una paz política justa y en la negociación de dicha paz no pudiéramos estar directamente involucrados, los Estados Unidos pondrían lo mejor de sí en cooperar hacia las dos necesidades fundamentales de un mundo sano y ordenado: la limitación y reducción de las armas y el establecimiento de una gran relación comercial internacional. Si se pudieran hallar tales bases, ¿no merecería la pena cualquier esfuerzo en encontrar la senda de la paz antes de que comience una guerra de devastación y antes de que las puertas hacia la paz se cierren? Hablo sólo de una paz justa, una paz que prometa estabilidad y seguridad para el futuro. Personalmente, no puedo concebir una paz duradera y real a menos que sea contemplado como la parte esencial de un pueblo alemán unido, próspero y feliz, un pueblo alemán satisfecho con su propio dominio y seguridad; pero al mismo tiempo no puedo concebir ninguna paz duradera o real sin que al menos como un factor tan importante Alemania deje de ser considerada por sus vecinos como una amenaza para su independencia o su seguridad y a menos que Alemania deje evidente que no está persiguiendo objetivos cada vez mayores y objetivos que suponen la agresión y amenaza a los derechos de pueblos libros.

El Canciller ya sabe, he dicho, que yo he tenido el privilegio de hablar con el Duce en Roma. Esa conversación, como sabrá el Canciller, debe ser mantenida en la más estricta confidencialidad, pero me siento en la libertad de decir que de ella he obtenido la grata impresión de que el Duce cree que todavía pueden establecerse los cimientos de una paz justa y duradera. Espero que el Canciller vea posible confirmar esa impresión. Nada me agradaría más que escuchar cualquier idea que le apetezca expresar.

Tras la entrevista con el Führer, Sumner Welles se ha solazado con una visita cultural con Goering como anfitrión.

El Canciller, tranquila y con mucha moderación, ha perfilado su política exterior durante los últimos siete años en los mismos términos que ayer hiciera Ribbentrop. Hitler, sin embargo, ha enfatizado con mayor fuerza si cabe su deseo de alcanzar un entendimiento amistoso y duradero con Inglaterra. Ha hablado en particular del acuerdo naval de 1935 como una indicación de que Alemania, bajo su Gobierno, no ha tenido nunca la intención de disputar la supremacía naval británica ni la seguridad del Imperio británico. Cuando él se ha referido a las negociaciones con Polonia que resultaron en la invasión de septiembre, se ha vuelto a mí y me ha dicho: “Nunca en mi vida he hecho un llamamiento más honesto ni más sincero del que hice al embajador británico, Sir Neville Henderson, del que le envié justo antes del estallido del conflicto con Polonia. Él estaba sentado en el mismo lugar en el que está usted sentado, y le rogué que le dijera a su Gobierno que Alemania no tenía intención de atacar a Inglaterra o de perjudicar directa o indirectamente los intereses británicos, pero que Alemania no podía permitir una dominación continuada de los pequeños estados del este de Europa por parte de las potencias occidentales europeas que tuvieran como resultado el ataque continuo y la amenaza continua sobre los intereses vitales alemanes.” El Canciller ha concluido entonces diciendo: “Ese ruego, como todas las demás aproximaciones que he intentado tener con Inglaterra en siete años, fue rechazado con desdén.”

Hitler ha hablado entonces de la cuestión de la limitación y reducción de armamentos. Una y otra vez, ha dicho, le ha ofrecido a Inglaterra y las demás potencias del mundo la oportunidad de una reducción de armamentos real y practicable. Él había garantizado que Alemania mantendría sus fuerzas armadas en los 200.000 hombres, luego en los 300.000; había expresado la disposición alemana en regular ciertos tipos de municiones y armas de guerra. Ni una sola vez, sin embargo, han recibido estas ofertas la menor atención, ni siquiera consideración, como base para un acuerdo. El Canciller ha dicho entonces, “La carga armamentística actual está aplastando la vida de todos los pueblos; no puede continuar mucho más. La economía nacional de las naciones se estrellará a no más tardar.”

Hitler ha dicho entonces que los objetivos de Alemania son muy simples y que me los esbozaría a continuación; él los clasificaría como (a) históricos, (b) políticos y (c) económicos.

Desde el aspecto histórico, Alemania ha existido como un imperio quinientos años antes de que Colón descubriera el Nuevo Mundo. El pueblo alemán tiene todo el derecho de reclamar que su posición histórica de mil años se le restaure; Alemania no tiene otra ambición ni otro objetivo que la devolución al pueblo alemán de la posición territorial que es históricamente suya.

Los objetivos políticos de Alemania están coordinados. Alemania no podía tolerar la existencia de un estado como el Checoslovaco que constituye un enclave creado por Versalles sólo por razones estratégicas y que constituye una omnipresente amenaza para la seguridad del pueblo alemán; tampoco podía Alemania tolerar la separación de la Gran Alemania de provincias alemanas mediante corredores bajo en control de extranjeros y de nuevo creados únicamente por razones estratégicas. Ninguna gran potencia podría existir bajo tales condiciones. Alemania, sin embargo, no desea dominar pueblos no-alemanes, y si tales pueblos adyacentes a las fronteras alemanas no constituyen una amenaza militar o política al pueblo alemán, Alemania no tiene ningún deseo de destruir ni perjudicar la vida independiente de dichos pueblos.

Desde el punto de vista económico, Alemania debe reclamar el derecho de beneficiarse al máximo posible a través del comercio con las naciones cercanas a ella en el centro y sudeste de Europa. Ella no debería permitir que las potencias occidentales de Europa infrinjan o perjudican la situación preferencial de Alemania en esta cuestión.

En resumen, el pueblo alemán pretende mantener la unidad que él ha conseguido ahora para ellos; ellos pretenden evitar que ningún estado junto a la frontera oriental de Alemania constituya de nuevo una amenaza militar o estratégica contra la seguridad alemana y, finalmente, Alemania pretende obtener el reconocimiento de su prioridad económica en el centro y sudeste de Europa.

En Canciller ha pasado entonces al asunto de los objetivos de guerra de los aliados. Me ha preguntado si he escuchado o leído el discurso que la noche anterior ha dado en Inglaterra Sir John Mison. Le he respondido que no. Ha dicho que si hubiera leído el discurso, habría entendido lo mismo que él, es decir, el discurso constituye una definición clara de los objetivos ingleses, o sea, la destrucción total de Alemania.

Ha dicho: “Soy plenamente consciente que las potencias aliadas creen que se puede hacer una distinción entre en Nacionalsocialismo y el pueblo alemán. No ha habido nunca un error mayor. El pueblo alemán hoy está unido como un solo hombre y tengo el apoyo de todos los alemanes. No veo esperanzas en el establecimiento de ninguna paz duradera hasta que la voluntad de Inglaterra y Francia para destruir Alemania sea destruida en sí misma.  Me temo que no hay manera de que la voluntad de destruir Alemania pueda ser destruida, excepto a través de la victoria alemana. Creo que el poder alemán es suficiente para asegurar el triunfo de Alemania pero, si no, todos nos iremos al fondo juntos, bien sea para bien o para mal.” Ha pausado durante un momento y ha dicho entonces textualmente, rápidamente y con impaciencia, “Yo no quise esta guerra. Me ha sido forzada contra mi voluntad. Es un desperdicio de mi tiempo. Mi vida debería emplearse en construir y no en destruir.”

He dicho que el Canciller, por supuesto, entenderá que es la creencia de mi gobierno que si se puede encontrar alguna forma de llegar a una paz estable y duradera con seguridad garantizada para todos los pueblos, ninguna nación tendrá que “sucumbir”, ni qué decir todas ellas. Por esta razón honestamente confío en que ese camino y esa paz todavía pueden ser encontrados.

Hitler me ha mirado y permanecido en silencio durante un momento o dos. Entonces ha dicho: “Aprecio su sinceridad y la de su Gobierno, y agradezco su misión. Puedo asegurarle que el objetivo de Alemania, tanto si debe venir a través de la guerra o de otro modo, es simplemente la paz.” He respondido diciendo que recordaré la frase que el Canciller ha empleado. La entrevista ha finalizado entonces.

Es lebe Adolf Hitler!

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